Mi vida era relativamente normal, era de esos chicos comunes que se la pasaban corriendo con los amigos, probando la puntería con resorteras (también conocidas como “chinas” aunque nunca entendí la razón de por qué) jugaba fútbol, en fin, hacía cosas de chicos.
Mi vida fue muy monótona durante mi adolescencia, hasta que a los 13 algo diferente ocurrió.
Llegó un niño nuevo a la escuela, no entiendo la razón, pero me sentí atraído hacia él. Era moreno, ojos cafés (imposible olvidar esos ojos), cabello castaño, una sonrisa que encantaba. Al principio fue extraño porque yo soy niño, él es niño y a los niños deberían gustarle las niñas, no los niños, pero poco a poco fui aceptando la idea.
Fui la primera persona en conocerlo, se notó interesado en mi y notó mi interés hacía él, creo que fui muy obvio la verdad. En fin, nos hicimos amigos, y en unos dos años ya eramos lo mejores amigos del mundo, como si nos conocieramos de toda la vida, y mientras más lo conocía más me atraía.
A pesar de tanta confianza, secretos y todo eso siempre guardé un secreto, y yo sabía que él guardaba un secreto también. Ustedes saben, siempre se nota cuando alguien te oculta algo.
Era una noche muy fría y no había electricidad, yo me quedé a dormir en su casa, cosa que hacía algunos fines de semana. Pasamos la mayor parte de la noche conversando, como siempre lo hacíamos, pero no sé si por un impulso o curiosidad, lo besé.
Él se enojó y me empujó, pero se sonrojó mucho, parecía un tomate de lo rojo que estaba, yo estaba muy apenado y preocupado porque pensé que se enojaría conmigo por haber hecho eso, pero terminé confesando lo que guardé todo ese tiempo, confesé lo que sentía por él.
La habitación se llenó de un silencio incomodo, hasta que él dijo que también sentía algo especial por mi.
Obviamente me sonrojé, pero sin pensarlo salté sobre él y lo besé de nuevo. Fue sin dudas uno de los mejores momentos en mi vida.
Viví con él muchas cosas, todas en secreto porque vivíamos en una sociedad extremadamente homofóbica, donde la homosexualidad era un tabú, lastimosamente nuestras familias también eran de esa clase de personas, rechazaban por completo a los homosexuales, en público sólo eramos los mejores amigos.
Estábamos juntos en secreto, pero eramos felices. Lo único que importaba era nosotros dos y que nadie nos viera.
Un día salí de la casa y le dije a mi mamá que regresaría tarde, quizás en la madrugada. Fuimos a casa de una amiga con un grupo de amigos a beber y esas cosas, y como era un grupo de amigos muy cercano, y que sabíamos que toleraban (a medias) a los homosexuales, decidimos contarles todo.
Ellos se sorprendieron mucho, pero asimilaron todo y no cambió nada en el grupo, lo cual fue bueno porque liberamos una tensión que llevábamos desde hacía tiempo.
Todo fue muy bueno los años siguientes, nadie sospechaba nada, no teníamos problemas con nadie por nuestra relación, pero decidimos que era momento de contarles todo a nuestras familias, -tal vez nos acepten, después de todo somos sus hijos- pensamos en ese momento.
Decidimos decirles todo al mismo tiempo, para que uno no se arrepintiera después de ver lo que suceda al otro.
Le dijimos a nuestras familias, todo fue un desastre. A él lo golpearon y castigaron, a mi me castigaron y luego mis padres decidieron que era mejor mudarnos e’ irnos de ese lugar, donde yo estuviera lejos de él.
Todo fue horrible, pensé que todo eso era una pesadilla, o al menos eso quería que fuese. No podía creer que de verdad me alejaban de quien en verdad amé durante tanto tiempo y que seguiría amando por el resto de mi vida.
Perdí todo contacto con él, nunca volvimos a hablar y mucho menos a vernos.
Y hasta ahora sólo espero con ansias el momento de poder regresar y poder buscarlo, poder besarlo nuevamente, poder estar con él.
Me arrepiento de haber revelado ese secreto, el secreto que debimos guardar.

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