Era un día normal, yo tenía 6 años y seguía en el orfanato, esperando que algún día apareciera alguien para adoptarme y sacarme de ahí.

Yo seguía con lo de siempre, divirtiéndome con mis hermanos del orfanato mientras esperaba, cuando me llaman a la oficina de la directora. No sabía que sucedía, pero esperaba que fuera lo que siempre había querido, y así fue, una pareja joven había venido para adoptarme.

Fue muy triste la despedida de todos los que una vez fueron mis hermanos, hermanas y también mis padres.

Al día siguiente, era mi primer día como el hijo de esta pareja, que aún no conocía muy bien. Era sábado, así que pasaría todo el día con ellos, para conocernos. Me hicieron muchas preguntas y yo también a ellos, estaba muy entusiasmado por conocer a quienes iban a ser mis nuevos padres y ellos por conocer a su nuevo hijo.

Fue pasando el tiempo y yo forjé una confianza con mis padres, me acostumbré a contarles mis problemas y a que ellos, con sus sabios consejos, me ayudaran a resolverlos y a sentirme mejor, pero un día, empecé a dudar sobre mi sexualidad, tuve miedo de contarles porque no sabía cómo iban a reaccionar, así que fue la primera cosa que les oculté, y no pensaba contarles, aún no.

Todo seguía como siempre, yo con mis dudas, pero mis padres sin saber nada sobre el tema. Yo ya había tenido experiencias, besos, abrazos y una que otra experiencia sexual, pero todo se mantenía en secreto, al menos para mis padres.

Cierta tarde, decidí no esconderme más y, confiando en que mis padres me entenderían y me apoyarían, me declaré gay y hablé con ellos. Su reacción no fue lo que esperaba, mi padre, muy alterado, me gritaba y repetía que no estaba bien, que no era cosa de Dios, que era pecado y me iría al infierno. Mi madre, por su parte, lloraba y repetía que estaba decepcionada, que no sabía qué habían hecho mal en nuestra crianza.

Los días siguientes, todavía podía sentirse la tensión en el ambiente, pero nadie se atrevía a hablar del tema, mucho menos yo.

Yo ya no sabía que hacer, mis padres no me trataban igual, me quitaron el celular, el internet y solo me dejaban salir para ir a la escuela. Dijeron que para que no siguiera por ese camino, tendrían que privarme de mi libertad.

Cansado de la situación, decidí comenzar una investigación, no sabía por dónde empezar, ni cuánto tiempo tomaría, pero estaba decidido a encontrar a mis padres biológicos.

Mis padres adoptivos no sabían nada sobre mi plan de encontrar a mis padres biológicos, mantuve todo eso en secreto.

Regresé al orfanato buscando información sobre quién me dejó en ese lugar, y me dijeron que una joven llamada Carmen Rojas me dejó allí alegando que no tenía los recursos para hacerse cargo de mí.

La investigación no había avanzado mucho, pero ya tenía un nombre. Busqué en internet, busqué en Facebook el nombre a ver si encontraba algún resultado, en hospitales donde pude haber nacido y pregunté sobre mi fecha de nacimiento, hasta que encontré algo más: unas posibles direcciones.

Fui a cada una de las direcciones que me dieron en el hospital, visité a cada una de las familias, pero ninguna había dado un hijo en adopción. Estaba a punto de rendirme, pero seguí con mi búsqueda, y en una casa de un barrio humilde, me atendió una señora y empezó a hablar conmigo bastante interesada sobre el tema.

Después de un rato, la señora me dice que su hija menor se llama Carmen Rojas y hace 18 años (mi edad) dio a un hijo en adopción por problemas económicos y ni ella ni su esposo podrían hacerse cargo de mí, y me dio su dirección.

Estaba emocionado, al fin mi búsqueda estaba dando resultados, pero a la vez estaba muy nervioso, pues no sabía cómo reaccionaría al verme, y mucho menos sabría qué decirle. No podía llegar de repente a su casa y decir: "-Hola mamá, soy tu hijo, el que diste en adopción cuando solo era un bebé y he venido a buscarte."

Decidí ir y hacerme pasar por un encuestador, para hacerle preguntas relacionadas con el tema de la adopción, y así poder empezar una conversación más o menos directa sobre el tema.

Llego a la casa, la cual es muy bonita y está ubicada en una buena zona de la ciudad, lo que me sorprende, pues hace 18 años tenían problemas económicos.

Toco el timbre y me abre una señora de mediana estatura, rubia, ojos castaños; no pude evitar sonreír al verla. Le dije lo planeado, que iba a hacerle algunas preguntas para una encuesta y me invitó a pasar, para poder conversar más tranquilos y cómodos.

La casa era bastante grande, y estaba muy bien decorada, muy bonita.

Nos sentamos a conversar, le hice la primera pregunta:

-¿Qué piensas sobre la adopción?
-Me parece que es algo importante y útil, pues hay parejas que no pueden tener hijos y otras que no pueden mantener los suyos, y recurren a la adopción.
-Muy bien. -Le dije, y pasé a la segunda pregunta.
-De ser necesario, ¿Acudiría a la adopción?
-De hecho, ya lo hice, hace 18 años tuve que dar a mi hijo en adopción por problemas económicos.
-¡Oh! -Exclamé, mientras me quedaba pensativo por unos segundos.

Decidí contarle todo y le dije que no era ningún encuestador, que era su hijo que la estuvo buscando durante un tiempo. Su reacción fue: Empezar a llorar y repetir que no podía creerlo una y otra vez. Yo tampoco pude contener las lágrimas y solo la abracé.

Me quedé toda la tarde conversando con ella sobre cómo había sido mi vida, y obviamente le conté sobre mi sexualidad y su respuesta fue lo mejor: "No importa tu sexualidad, ahora sé que eres mi hijo, y me alegra mucho que me hayas buscado. He pasado muchas noches sin dormir pensando cómo estarías. Eres mi hijo y eso es lo que importa. Te amo." No pude evitarlo y empecé a llorar de nuevo mientras la abrazaba.

Seguimos hablando por un rato hasta que llegó mi papá, y me llevé la sorpresa de que tengo una hermana menor, de 12 años.

Ellos estuvieron hablando a solas, y decidieron invitarme a vivir con ellos, pues, era su hijo que no veían desde que era un bebé y no querían perder más tiempo.

Esa noche, al regresar a casa de mis padres adoptivos, decidí contarles todo, les dije que encontré a mis padres biológicos, y que me iba a vivir a con ellos, pues ellos sí me aceptaban como era, y la decisión ya estaba tomada.

Al otro día tomé mis cosas y me fui a casa de mis padres biológicos. Me sentía triste, pues gracias a mis padres adoptivos me convertí en la persona que era y tuve lo que siempre quise o necesité, pero sabía que eso era lo mejor.

Pasaron algunos meses y mi relación con mis padres biológicos y mi hermana iba cada vez mejor, pero sí, extrañaba mucho a mis padres adoptivos, pues, aunque tuvimos esos problemas, fueron mis padres por mucho tiempo y pasaba muchas noches sin dormir pensando cómo estarían sin mí.

Un día decidí ir a visitarlos, y hablar con ellos, teniendo la esperanza de que hubieran cambiado de idea. Cuando entré a la casa, mi madre me miró y me abrazó mientras lloraba, yo también la abracé y le dije que teníamos que hablar.

Me senté con ellos a hablar y me dijeron que lo habían pensado bien, y que me amaban y me extrañaban, y no importaba mi sexualidad, ellos me aceptarían si decidía volver con ellos, pero ya mi decisión estaba tomada, iba a quedarme con mis padres biológicos para recuperar el tiempo perdido.

Aunque les dije que no iba a regresar a casa con ellos, llegamos a un acuerdo: ellos podrían visitarme cuando quisieran y yo los visitaría de vez en cuando también.

Así fue como un niño abandonado en un orfanato, pasó de no tener familia, a tener dos familias que lo amaban y lo aceptaban sin importar cómo era.

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