Mi viaje empezó a finales del milenio pasado; y sí, me siento especial porque he vivido dos siglos y dos milenios. Mis padres decidieron llamarme Víctor Alejandro, nombre que con el tiempo terminé amando. Nací en el mejor mes en el que puede nacer un niño, diciembre. Tienes doble regalo, por cumpleaños y por navidad, ¿Qué otra cosa podía pedir? Puedo decir que tuve una infancia feliz.

Soy el menor de mis hermanos, somos 5. Y como dicen por ahí, el último es el que los padres van a consentir por toda la vida. Supongo que tuve mucha suerte. Como todo niño, crecí de forma normal, y aprendiendo a caminar me di muchos golpes en la cabeza. Tal vez por eso soy tan loco como soy ahora.

Tal vez tuve una adolescencia difícil, ¿Pero quién no? Se puede decir que es la etapa más difícil de la vida de una persona, ¿No? A pesar de los problemas de identidad, los cambios hormonales y todas esas cosas que van con la pubertad, no me quejo de lo que fue mi adolescencia.

Tengo sueños, como cualquier persona. Y sigo luchando por cumplirlos uno a uno. Mi meta es llegar alto en lo que hago. No quiero ser mejor que nadie, quiero ser mejor de lo que fui ayer.

Tengo amigos, menos que hace un año, pero los tengo, y los amo. Realmente no podría imaginar una vida sin ellos, con otras personas, no sería igual y no, no quiero una vida diferente a la que tengo ahora. Gracias a ellos soy la persona que soy ahora. Me han enseñado muchas cosas más allá de lo que podría enseñarme mi familia, y estoy sumamente agradecido con todos. Pienso en los momentos buenos, y también en los malos, y sonrío. Especialmente con los malos, porque de cada mal momento nace una enseñanza. Algo que era necesario aprender, y que tal vez, de haberse presentado como algo bueno, no hubiese aprendido la lección. Como quien dice: "Hay que darse su buen coñazo para que aprendamos las cosas y no volver a tropezar con la misma piedra".

Miro hacia atrás desde este punto en mi camino, y solo puedo ver gente con la que compartí. Gente que está conmigo aún, y algunas personas que, por un motivo u otro, ya no me acompañan en mi viaje, pero siempre los tendré presentes, ya que gracias a ellos soy quien soy.

Al final de mi viaje, espero poder seguir viajando junto a las personas que conocí. Que me lleven en sus corazones a sus destinos así como yo llevo en el mío a los que ya no viajan conmigo.

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